sábado, 22 de noviembre de 2008
El que Vuela (Segunda Parte)
Los días pasaron y la sensación de persecución no la volvió a sentir, se relajó y apartó de su mente todo lo sucedido. Luego llegó el verano y con ello los atardeceres se alargaron. Estaba tranquila, sumergida en sus cosas, su trabajo, sus estudios, sus escritos. Se sentía descansada y liberada de cargas. Hacía tiempo que planeaban vacaciones, pero no podrían ir juntas está vez. A Vicky, la invitaron unos amigos a pasar una semana en Caracolito; una playa cercana a Higuerote, que tiene acceso nada más por mar y donde suelen acampar los temporadístas, Hanna no podría ir. Así, que le tocaba quedarse en casa cuidando a la perra y esperando culminar su curso en la Universidad para poder disfrutar de su merecido descanso.
Llegaba en las tardes y observaba a Vicky corriendo de un lado a otro con los preparativos para su aventura, irían en carabana cuatro autos, dos sedanes y dos rústicos para llevar todo el equipo de camping. Luego, contactarían a Ronald en Chirimena, para dejar los vehículos en su casa y él mismo, los trasladaría en bote hasta Caracolito. Todos los días apartaba cosas "importantes" que llevar, y por supuesto evaluaba nuevamente el "vestuario" escogido.
Desde el estar, Hanna acostada en uno de los sillones y ella sentada en otro, observaban pasar a Vicky, unas cincuenta veces desde varias partes de la casa hacia la habitación donde estaba preparando el equipaje. Se reía internamente, imaginándose que cuando llegara el gran día de trasladar el equipaje al auto, necesitarían una agencia de mudanzas con camión y cuatro ayudantes por lo menos. Después, se perdía mirando por la ventana las copas de los árboles y las caprichosas sombras que descubrían al caer la noche. Y no podía dejar de preguntarse: qué había sucedido con esa extraña presencia?, sería todo un juego de su imaginación y nunca existió?, sería que al enfrentar sus miedos internos, su paranoia había desaparecido?, realmente había podido imaginar todo eso?, es que era tan real!... ella hubiese podido jurar que había alguien allí!... mejor era no pensar en eso, lo que fuese, ya no estaba.
Llega el gran día de la partida a Caracolito. Saldrían a las siete de la noche, cuando todos sus amigos llegaran al punto de encuentro: La salida de la autopista hacia oriente. Como siempre, empezó a caminar rumbo a casa, pero decidió pararse en el café de la segunda cuadra a cenar, sabía que Vicky no estaría en casa y no tenía la más mínima intensión de llegar a cocinar. Además era viernes, por qué llegar temprano?, para qué?, se sentó en una de las mesas de afuera al aire libre, no le gustaban los sitios cerrados y esperó por la carta. Estaba entusiasmada, se sentía tan libre desde hace tiempo! era una sensación inexplicable.
Primero pidió un café y luego ordenó un sandwich de jamón Serrano, no podía ocultar su debilidad por la carne. Se comió pausadamente su cena mientras ojeaba el periódico local y miraba la cartelera del cine, hacía tanto tiempo que no iba a un cine o un teatro!... siempre sumida en su rutina, siempre del trabajo a la casa, los miércoles a la universidad y luego nuevamente a la casa. Miraba las parejas, y se preguntaba: será que mi destino es estar sola?, será que alguien me aceptaría con mi secreto?, será que hay alguien como yo en algún lugar?, no puedo ser la única!. Y si mi madre es como yo y jamás me lo confesó? o será que lo heredé de mi padre?. Mis hermanos jamás los vi con alas, tampoco comentaron nada, seré la única en el mundo? no lo creo... no es posible al menos que mi madre le haya montado los cuernos a mi padre con un cóndor o quién sabe Dios que ave, seré un ser como los de la mitología griega?.
Sus pensamientos estaban desprendidos de todo lo que la rodeaba, sumida en sus divagaciones y preguntas sin respuesta, cuando el mesero colocó la cuenta en frente de ella, era hora de cerrar. Hora de cerrar!, Y qué hora era?, ya pasaba de media noche. Ya no había servicio de autobús, solo taxis y no tenía más efectivo ni un cajero automático cercano de dónde extraer dinero. Igualmente estaba tranquila, abandonó el lugar y se dirigió hacia su casa como de costumbre, el miedo había pasado, todo estaba en la mente y la mente se puede dominar! se decía.
Caminaba cabizbaja mirando sus propios pasos, no era tristeza, era que seguía pensando en su procedencia y si existía alguien como ella, inventándose infinidad de historias fabulosas sobre cómo llegó ella a dar a su familia o cómo explicaban sus padres que ella fuese alada?. Pero siempre la embargaba la misma sensación de miedo que no le permitía enfrentarlos y pedirles que aclararan sus dudas de tantos años... no sabía cómo manejarse; y si ellos no sabían por qué ella tenía alas? y si ellos eran los sorprendidos ante tal revelación?, solo suspiraba profundo y dejaba desplomar sus hombros y brazos.
Ya alcanzaba la sexta cuadra, dobló a la izquierda y divisó el pequeño puente, estaba tan sumida en sus pensamientos que estaba totalmente ajena a la hora y el lugar, ya todo había pasado, no había nada ni nadie para mortificarse, estaba ella y su maraña de pensamientos acerca de ella. Tranquila empezó a pasar el puente, seguía pensando hipnotizada, autómata. Oyó el crujir de una rama del árbol de mango, en fracciones de segundo sintió el mundo detenerse, no pensó más, todo estaba en rojo dentro de su mente; el calor subió súbitamente, sus manos se enfriaron, su corazón golpeaba a punto de salir de su pecho, sus ojos se dilataron, sus poros se abrieron, la nariz también se abrió dilatada olfateando, sintió sus músculos tensarse y con una destreza felina dió un salto aún mayor que las otras veces y extendió alas y su escama.
Giró hacia el árbol suspendida en el aire, era una fiera rapaz esperando el menor movimiento de la oscuridad espesa de entre sus ramas. No existía pensamientos, solo instinto, sus sentidos se habían desarrollado ciento de veces más. Sabía que estaba en el árbol y esperó el movimiento en falso, el crujir de la madera, el movimiento de una hoja, una señal que le dijera en que dirección atacar.
Nada se movía, todo era silencio, permaneció atenta por un buen rato y sintió como la agudeza del instinto empezaba a bajar su tensión, sin perder destreza en los movimientos ni la percepción de sus sentidos. Podía pensar, estaba calculando que hacer, si darse la vuelta y darle la espalda a su contrincante... o si volar justo por donde mismo había llegado y alejarse lo más posible... Qué hacer?, no sucedía nada, su instinto le mantenía alerta y su cabeza la hacía sentir como una estúpida frente al inmenso árbol. Y ahora qué hago?, el miedo la empezó a invadir, y cómo pensaba atacar? con qué? seguía con el mismo cuerpo de mujer, sin un arma, ni siquiera tenía garras, ni colmillos, nada con qué defenderse o buscaba un buen tubo, un palo, un arma o algo pronto, o quien lo lamentaría sería ella. Estaba paralizada. Empezó a mirar a su alrededor para hacerse de lo primero que encontrara.
ORLET LUNA
Noviembre, 2008
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1 comentario:
Amiga estoy enganchada a ti... tambien por tu lectura... necesito mas... te Amoooo!!!
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