sábado, 20 de diciembre de 2008

La caída




No es un sueño,
no es fantasía,
es voz que susurra,
labios que besan,
manos que recorren,
que te arrastran
y te llevan
hasta lanzarte
a una caída vertiginosa
hacia tí mismo...

lunes, 24 de noviembre de 2008

El que Vuela (Final)



La luz de la luna que entraba por la ventana, alumbraba partes de su habitación. la Ventana!. Estaba abierta!. Sintió que su sangre se concentraba en su cabeza. Los latidos de su corazón eran tan fuertes que su cuerpo se mecía al compás de ellos. Estaba inmóvil al lado del interruptor, con los ojos desorbitados viendo la ventana abierta de par en par. Estaba en shock. Ella misma la habría dejado así?. No era posible!. No salía de su asombro, no se podía mover, solo observaba la ventana sin poder reaccionar.

De repente, sintió un movimiento en la esquina de su habitación a la izquierda, justo diagonal a donde ella se encontraba petrificada. Era él, sentado en su sillón de lectura, muy cerca de la ventana. Los rayos blancos que entraban en la penumbra dejaban ver sus ojos felinos. Ojos claros, grandes y penetrantes. Ella, estaba en desventaja. No podría salir por la ventana, él estaba más cerca. Y correr hacia la puerta?, él obviamente la podía alcanzar, no podía moverse, era presa del pánico.

No podía quitarle la mirada. Ni siquiera había logrado sobreponerse. Sólo observaba impávida sin moverse. Empezó a sentir la misma sensación que le había embargado muchas veces cuando pasaba por el árbol. Era una sensación de gran peligro, inexplicable. Sentía su propia vulnerabilidad ante quien tenía en frente. Él era en apariencia como ella, pero ella sabía que él no procedía del mismo lugar. Sus naturalezas eran distintas. La oscuridad que lo rodeaba, no era solo por falta de luz eléctrica. Era propia, él era oscuro y llevaba consigo oscuridad. Su energía era avasallante, su mirada la dominaba. Sabía que sin necesidad de moverse él, conseguiría someterla.

Y ella pensó en algún momento que podría retarlo!. No era cierto. Él había estado jugando con ella todo el tiempo, había logrado presionarla hasta el punto de volar. Esta noche la había llevado al límite y luego, la dejó que pensara que era mucho más fuerte qué el, dejó que se sintiera segura. Que perdiera el miedo. Qué ilusa había sido, pensando que podía con él!. Comprendía ahora, que ella era muy inferior a él, no físicamente sino, por la fuerza que lo acompañaba. Sentía que con solo mirarla podía hacer que doblara sus rodillas y caer al piso, aunque ella tratara de resistirse. Sabia que él la superaba de manera inimaginable para ella. Su fuerza no era como las energías que irradiaban tantas personas que ella había conocido. Era una fuerza distinta. Era pesada y lo suficientemente contundente como para transmitirle, que estaba perdida.

Mientras tanto él la miraba sin parpadear. La veía como una fiera que se deleita ante su presa atrapada y desvalida. La miraba adentro, hurgaba su interior y ella lo sentía; él le permitía que lo supiera y no podía hacer nada. Estaba aterrorizada, no había lugar dónde escapar, ni siquiera en su interior. No había sitio impenetrable para él. No existía manera de escabullirse esta vez. Sintió que sus piernas empezaban a temblarle y no lo podía controlar. Sentía un frío insoportable que la helaba hasta los huesos.

Desde el sillón, podía manejar sus sensaciones. Sólo la miraba y ella sentía cada vez más que la poseía, sentía que sus fuerzas iban desvaneciendose lentamente. No podía pensar en nada. Era como si su propia luz fuese apagándose poco a poco, mansamente, sin resistencias, totalmente sumisa. Sintió una necesidad de acercarse que no podía controlarla, sabía que era él quien la manejaba como a una marioneta. Caminó en su dirección y se detuvo justo frente al sillón a unos cuatro pasos dónde la luz que entraba por la ventana la iluminaba completamente.

Se levantó y se detuvo justo al frente de ella. Estaba tan cerca que podía sentir su aliento, su calor corporal y ese olor particular que podía reconocer a distancia. En ese momento, se sintió liberada de la fuerza que él le ejercía. Era ella. Ahora frente a él, sin ataduras.

A lo sumo tendría unos veintiocho años. Sólo tenía un blue jean y estaba descalzo. Su tez era morena clara y sus ojos se veían como de color verde muy claro, eran grandes, con largas pestañas. Su cabello negro estaba despeinado. Era hermoso y sensual. Ella lo observaba sin emitir palabra. Solo trataba de no perder pista de las sensaciones que iba experimentando en el momento y seguía sintiendo miedo. Miedo a que le hiciera daño, miedo a sucumbir ante su masculinidad, miedo a la tentación de lo oscuro del personaje que estaba en frente de ella, miedo a lo que sucedería en un algún momento y que no pudiese hacer nada para evitarlo.

El dió un paso al frente, sus narices estaban tocándose ahora, levantó su ceja izquierda y de un impulso bajó su cabeza y pasó su lengua desde el nacimiento de su cuello hasta su nariz.

Se sentía erizada, estremecida y temblaba. Estaba aterrorizada y sentía a su vez placer. Sabía que podía dejarla sin vida en los próximos segundos y sentía placer!.

Dió un paso atrás y sonrió de una manera maquiavélica y luego la miró plácidamente. Recorrió su cuerpo con la mirada, respiró profundo para olerla como quien desea tragar de una sola inhalación el mundo, acercó su cabeza y undió su nariz en su cuello, la mordió presionándole con sus dientes hasta que sintiera dolor, pero sin causarle una herida. Restregó su nariz por su pecho, subió nuevamente hasta estar cara a cara y luego se separó.

Las lágrimas de ella empezaron a bajar por su rostro copiosamente y su mirada era de súplica. Ambos sabían que él la tendría en ése momento o en cualquiera que deseara. Ambos sabían que él haría de ella lo que le placiera. También sabían que él no tenía un interés real en ella, sólo se divertía. Y éso era aún más angustiante para ella: Lo deseaba!. No importaba si moría luego, deseaba que él se lanzara sobre ella y la tomara, la bebiera hasta secarla. Estaba claro quién era el dominador y quién el dominado...

En ese momento y de un salto, él calló en cunclillas en el borde de la ventana. Se volteó y la volvió a mirar complacido. Su mirada fue cambiando fue profunda, como deseando dejarle una marca con sus ojos. Dió otro salto y desapareció. Los rayos del alba estaban ya entrando en la habitación.

Ella se dejó desplomar en el piso y lloró. No habían pensamientos, no por lo menos coherentes. Solo una sensación de liberación ante el peligro y a la vez de pérdida. Un sentimiento abrumador que la hacía sentirse tan pequeña!. Tan miserablemente pequeña... Se levantó a duras penas y caminó hasta su cama. Se dejó tumbar y siguió llorando hasta que el cansancio la venció.

Permaneció en cama todo el fin de semana. No le provocaba comer, desconectó los teléfonos. Sólo deseaba estar acostada pensando en lo sucedido. Rememorando cada segundo y reviviendo la escena una y otra vez. Por más que trataba de ordenar todo aquello que había experimentado de una manera coherente en su mente, no lo lograba. No había una explicación que calzara en su mente para todo aquello. Había sido una experiencia que la había superado, que le había mostrado otro mundo afuera y lo peor, otro mundo dentro de ella.

El lunes llamó a la oficina para decir que estaba indispuesta y que no iría a trabajar. Esa noche escuchó el timbre de la entrada. Su corazón se aceleró de momento, luego pensó, no es él. No necesita de ello, para qué tocaría el timbre?. Bajó las escaleras y se dirigió por el jardín hasta la puerta de la calle. Era su hermano menor, estaba preocupado porque no tenía noticias de ella. No le comentó nada. Solo lo escuchó y le dijo no sentirse bien y que por ello había desconectado los teléfonos. Lo invitó a pasar y tomaron un té.

La invitó a su casa a quedarse por unos días, sabía que estaba sola y eso le mortificaba. Ella aceptó. Pasó una semana en casa de él y se sentía tan protegida!, cuánto había necesitado el calor de la familia!. Pero su recuerdo la perseguía, no podía dejar de pensar en el joven alado. Cuando le invadía su imagen sentía angustia y deseaba volver. Cómo era posible que estuviera desesperada por regresar a casa?. Se sentía en el mundo del absurdo, estaría perdiendo la cordura?.

Vicky llegó el lunes siguiente. Jamás le comentó lo sucedido. Volvió a su rutina, aunque el primer mes decidió ir al trabajo en auto. Los pensamientos en el joven alado fueron espaciándose más y más. Aunque sabía que era mejor no encontrarlo, él era el único alado que conocía. A veces, se preguntaba si la seguía esperando en el árbol, si él podría llevarla a conocer a otras personas como ella, si deseaba encontrarla nuevamente, si volvería a verlo. No podía con esa incertidumbre, en algún momento debía enfretar esa calle y reanudó sus caminatas.

Día a día salía de la oficina y miraba la larga avenida que subía en dirección al Norte. Respiraba profundo y comenzaba a caminar en dirección a su casa. Ya no veía a su alrededor, no se maravillaba con los árboles, no disfrutaba del pasar de la gente, no observaba las caprichosas formas arquitectónicas que tanto le habían llamado la atención, hasta hacía tan poco tiempo. Sólo miraba el Ávila y veía sus pasos. Al principio, cuando se acercaba al puente y al árbol sentía que sus latidos se aceleraban, pero eso también fue pasando.

Más de una tarde se subió al árbol de mango a mirar el ocaso, se acurrucaba y esperaba.

FIN.

ORLET LUNA

Noviembre, 2008

El que Vuela ( Tercera Parte)



Sus ojos se movían en todas las direcciones posibles, buscando alguna cosa que pudiera servirle de defensa o en su defecto de ataque. No se atrevía a mover la cabeza; si estaba allí notaría su falta de atención. Pero no divisaba nada, ni siquiera una simple piedrecita. El miedo estaba cobrando más terreno dentro de ella y la duda de si estaba en lo cierto y había alguien empezaba a embargarla, no percibía ni olores, ni sonidos que le dieran alguna certeza.

De pronto, la brisa empezó a soplar en dirección a ella. Está allí. Otra vez, su sangre se agolpaba, su corazón latía desbocado y aumentaba su sudoración. Tenía el presentimiento que si algo estaba allí la podría perseguir. Y si es un ser monstruoso?. Sintió deseos de llorar. Por qué a ella?, de que trata todo esto?, quién es? qué es?. Por qué siente tanto miedo?. Si se movía hacia el oeste en dirección a su casa estaría perdida, allí estaba Hanna. Y si la ponía en peligro?. Si tomaba el Este, por donde había llegado solo había mayor oscuridad y demasiados árboles y edificios cercanos que le permitieran desarrollar velocidad. Velocidad? Dios, espero tenerla!. Nunca probó qué tan rápido volaba a grandes distancias. Esperaba no necesitar de ello. Al Norte estaba La gran montaña del Ávila, ni soñarlo!. Necesitaba gente y tránsito y un lugar como una discoteca o una jefatura, lo que sea!.

Eso era vida nocturna!, el Sur. Si seguía en línea recta llegaría a Les Mercedes, siempre hay vida nocturna allí y no estaba lejos... Giró hacia su derecha y voló lo más rápido posible tomando ése rumbo. No podía evitarlo, y volteó a ver si la seguían, y no vió a nadie. Pero estaba tan asustada que no podía parar de volar y subir más y más alto. Aunque no veía a nadie sentía que debía alejarse lo más pronto posible de allí y además, lo más lejos que pudiése.

Este vuelo no lo disfrutaba, no sentía placer alguno, temía tanto por su vida que no podía darse cuenta que estaba atravesando varias urbanizaciones desde lo alto y divisando toda la ciudad desde arriba. Cuando divisó la urbanización Las Mercedes exhaló un suspiro. Y sin pensarlo volvió a mirar atrás de sí. No se confiaba aún en su buena suerte. Lo que sea que estaba allí era humano y ahora si tenía la certeza. Y cómo subía al árbol?, sería alado como ella? sería un ser deforme? y si era un caníbal?, Y si sólo la quería para su cena?, No era algo bueno y lo sabía.

Logró divisar una calle transversal a la avenida principal, con luz pero sin transeúntes y decidió descender allí. Caminó hasta la ruta de sitios nocturnos y fue pasando por frente de cada uno sin atreverse a entrar. No tenía sentido. Estaba sola. Pero qué hacer?, volver a casa?, no se sentía segura allí. Miraba a la gente pasar: unos celebrando, otros riendo, otros borrachos, ambiente de fiesta y movimiento, los autos pasaban con música a todo volumen. No había donde aparcar, la gente caminaba por las calles sonreídas y alegres. Qué deseos podría tener ella de entrar a cualquier lugar de esos?, no tenía nada que celebrar, ni siquiera estaba acompañada. Se imaginaba en cualquier barra pidiendo un trago, y por qué brindaría? porque había un monstruo cerca de su calle que no la dejaba entrar a su casa?.

Merodeó las calles pensando qué hacer o a dónde ir. Lo más atractivo era dar un rodeo hacia el Oeste y entrar justo por la dirección contraria a la calle de su casa, así evitaría el puente y el árbol. Estuvo tratando de recobrar valor mientras caminaba, pensando que jamás ese ser se había cruzado con ella, nunca la había enfrentado, por qué sería diferente esa noche?. Nunca había ido más allá, sólo sentía su presencia. Y si había llegado el momento?, y si estaba siendo confiada?, lo de su hermano fue un aviso!. Ella sabía que podía suceder en cualquier momento, por qué ser tan optimista al respecto?. No debía estar tan tranquila. Y además lo que fuese que estaba allí, sabía que ella no había llegado a casa. Y además, sabía que ella volaba. Dios! no sería esto último algo para lamentarse luego?.

Ya cansada decidió ir hacia el Oeste como en principio lo pensó. Se dirigió a una calle solitaria y saltó a volar, fue en dirección a la urbanización Bello Monte y subió al Norte en dirección al gran Ávila, para luego empezar su giro al Este y llegar en dirección contraria como era su plan. Estaba muy tensa. Tenía muchos sentimientos, sensaciones y pensamientos mezclados dentro de sí y se sentía muy sola. Eso era lo que más la afectaba, la soledad en la que se sentía sumergida. No contaba con nadie para socorrerla en estos momentos, no había un padre o amante protector, no podía mezclar a sus seres queridos en ésto, no podía ir a las autoridades a formular denuncias o a pedir ayuda, se reirían de ella. Estaba sola.

Ya iba rumbo al Norte, estaba sobrevolando Las Delicias cuando creyó ver una forma como de un animal muy pequeño en medio de la calle, siguió pero giró su cabeza por curiosidad, para tratar de divisar lo que había dejado atrás. Al voltear hacia atrás, de reojo creyó ver algo a lo lejos a la misma altura de ella en el aire. La forma de abajo dejó de tener interés para ella, y se volvió para divisar lo que no logró distinguir en un principio arriba. Era un ser alado igual a ella, venía justo detrás, pero a una distancia bastante separada, unos quinientos metros.

Lo supo enseguida, era el mismo ser que la acechaba, era él, no había duda. Empezó a volar más rápido, cambió el rumbo nuevamente al Oeste, no quería ir hacia la casa, eso sería un error. Empezó a volar tan rápido y tan desesperadamente que no podía abrir los ojos, el choque del aire en su rostro la hacía lagrimear, tenía que entrejuntarlos lo suficiente como para dejar sólo, una pequeña línea entreabierta entre los párpados. Volteo hacia atrás, él venía siguiéndola! Está cerca!. Al parecer él era más rápido. Pero no podía sucumbir tenía que escapar!. Siguió volando sin saber hacia dónde ir. Volteaba y él continuaba a la misma distancia apenas unos cincuenta metros de ella.

El tiempo pasaba y ella seguía en el aire volando desesperadamente, y él, continuaba a la misma distancia. Sentía que en cualquier momento la fatiga la haría sucumbir. Y el ser alado, parecía jugar a cansarla, a agotarla, hasta que se rindiera!. Ya no volteaba, trataba de concentrarse y de pensar qué hacer?. Justo en ese momento, vió como él pasó a unos tres metros de distancia por debajo de ella. Su reacción fue girar hacia la derecha inmediatamente. Sintió unas fuerzas dentro de sí que la hicieron ganar mayor velocidad. Se fue rumbo hacia la autopista, él iba detrás de ella, a unos quinientos metros de distancia nuevamente. Le había sacado ventaja!.

Sintió la adrenalina que estallaba en su cabeza. Era una mezcla de miedo, desesperación y a la vez una sensación morbosa que le generaba una extraña mezcla de pensamientos: él era alado, estaban probando sus fuerzas y destrezas, sabía que era de temer, sentía el peligro. Y no podía dejar de experimentar un extraño placer a pesar de ello. La velocidad, el reto, ése estado químico de su cuerpo sobreexitado, le hacían sentir una furia loca, desmedida y placentera. Hubiese podido lamer el borde de una navaja afilada con placer, en ese preciso momento...

Empezó a bajar y pasaba por debajo de puentes y autopistas, podía sentir el aire que lastimaba su cara y ojos. Pensaba que eso era mejor que cualquier moto de alta cilindrada a su mayor potencia. Era algo inigualable. Era maravilloso como podía volar a más de doscientos kilómetros por hora y a la vez girar de inmediato. No había semáforos, rayados, tráfico. Solo su persecutor y ella. Y ahora ella llevaba la ventaja y sabía que ésta vez, no era por decisión de él, sino de las hormonas y química de su cuerpo que no se rendían a ser presa fácil. Se sentía capaz de retarlo, se sentía irreverente, capaz de provocarlo. Él, la seguía e imitaba sus piruetas desde lejos.

No sabe en qué momento simplemente desapareció. A dónde había ido?, la estaría acechando y no lo podía divisar?, sería un truco para que ella se confiara?, no lo sabía. Sobrevoló la zona buscando indicios de él, pero ya no estaba allí. Esperó un rato, pero pronto amanecería, no lo pensó más y fue rumbo a casa. Buscaría a Hanna y ropa y se iría a casa de alguien; no sabía a ciencia cierta dónde pero lo haría.

Llegó a casa. Estaba todo en penumbra. Abrió la puerta con sigilo, encendió las luces del salón principal y se detuvo a observar a su alrededor, todo parecía estar en orden. Hanna debía estar en el patio durmiendo. Fué encendiendo las luces por donde iba pasando, su corazón se aceleraba cada vez que entraba a un tramo oscuro de la casa. Revisó cada rincón de la planta baja, todas las ventanas estaban cerradas y sabía que ella misma, se había asegurado de dejar todas las de arriba con cerrojo antes de salir en la mañana. Se sintió más tranquila. Subió las escaleras y empezó a encender las luces de la parte alta de la casa. Revisó el estar. Todo estaba igual como lo habían dejado en la mañana. Se dirigió a su habitación, abrió la puerta y fue en dirección al interruptor. Desde su ventana se veía la luna llena enorme, gigante! aunque pronto amanecería.

ORLET LUNA

Noviembre, 2008

sábado, 22 de noviembre de 2008

El que Vuela (Segunda Parte)



Los días pasaron y la sensación de persecución no la volvió a sentir, se relajó y apartó de su mente todo lo sucedido. Luego llegó el verano y con ello los atardeceres se alargaron. Estaba tranquila, sumergida en sus cosas, su trabajo, sus estudios, sus escritos. Se sentía descansada y liberada de cargas. Hacía tiempo que planeaban vacaciones, pero no podrían ir juntas está vez. A Vicky, la invitaron unos amigos a pasar una semana en Caracolito; una playa cercana a Higuerote, que tiene acceso nada más por mar y donde suelen acampar los temporadístas, Hanna no podría ir. Así, que le tocaba quedarse en casa cuidando a la perra y esperando culminar su curso en la Universidad para poder disfrutar de su merecido descanso.

Llegaba en las tardes y observaba a Vicky corriendo de un lado a otro con los preparativos para su aventura, irían en carabana cuatro autos, dos sedanes y dos rústicos para llevar todo el equipo de camping. Luego, contactarían a Ronald en Chirimena, para dejar los vehículos en su casa y él mismo, los trasladaría en bote hasta Caracolito. Todos los días apartaba cosas "importantes" que llevar, y por supuesto evaluaba nuevamente el "vestuario" escogido.

Desde el estar, Hanna acostada en uno de los sillones y ella sentada en otro, observaban pasar a Vicky, unas cincuenta veces desde varias partes de la casa hacia la habitación donde estaba preparando el equipaje. Se reía internamente, imaginándose que cuando llegara el gran día de trasladar el equipaje al auto, necesitarían una agencia de mudanzas con camión y cuatro ayudantes por lo menos. Después, se perdía mirando por la ventana las copas de los árboles y las caprichosas sombras que descubrían al caer la noche. Y no podía dejar de preguntarse: qué había sucedido con esa extraña presencia?, sería todo un juego de su imaginación y nunca existió?, sería que al enfrentar sus miedos internos, su paranoia había desaparecido?, realmente había podido imaginar todo eso?, es que era tan real!... ella hubiese podido jurar que había alguien allí!... mejor era no pensar en eso, lo que fuese, ya no estaba.

Llega el gran día de la partida a Caracolito. Saldrían a las siete de la noche, cuando todos sus amigos llegaran al punto de encuentro: La salida de la autopista hacia oriente. Como siempre, empezó a caminar rumbo a casa, pero decidió pararse en el café de la segunda cuadra a cenar, sabía que Vicky no estaría en casa y no tenía la más mínima intensión de llegar a cocinar. Además era viernes, por qué llegar temprano?, para qué?, se sentó en una de las mesas de afuera al aire libre, no le gustaban los sitios cerrados y esperó por la carta. Estaba entusiasmada, se sentía tan libre desde hace tiempo! era una sensación inexplicable.

Primero pidió un café y luego ordenó un sandwich de jamón Serrano, no podía ocultar su debilidad por la carne. Se comió pausadamente su cena mientras ojeaba el periódico local y miraba la cartelera del cine, hacía tanto tiempo que no iba a un cine o un teatro!... siempre sumida en su rutina, siempre del trabajo a la casa, los miércoles a la universidad y luego nuevamente a la casa. Miraba las parejas, y se preguntaba: será que mi destino es estar sola?, será que alguien me aceptaría con mi secreto?, será que hay alguien como yo en algún lugar?, no puedo ser la única!. Y si mi madre es como yo y jamás me lo confesó? o será que lo heredé de mi padre?. Mis hermanos jamás los vi con alas, tampoco comentaron nada, seré la única en el mundo? no lo creo... no es posible al menos que mi madre le haya montado los cuernos a mi padre con un cóndor o quién sabe Dios que ave, seré un ser como los de la mitología griega?.

Sus pensamientos estaban desprendidos de todo lo que la rodeaba, sumida en sus divagaciones y preguntas sin respuesta, cuando el mesero colocó la cuenta en frente de ella, era hora de cerrar. Hora de cerrar!, Y qué hora era?, ya pasaba de media noche. Ya no había servicio de autobús, solo taxis y no tenía más efectivo ni un cajero automático cercano de dónde extraer dinero. Igualmente estaba tranquila, abandonó el lugar y se dirigió hacia su casa como de costumbre, el miedo había pasado, todo estaba en la mente y la mente se puede dominar! se decía.

Caminaba cabizbaja mirando sus propios pasos, no era tristeza, era que seguía pensando en su procedencia y si existía alguien como ella, inventándose infinidad de historias fabulosas sobre cómo llegó ella a dar a su familia o cómo explicaban sus padres que ella fuese alada?. Pero siempre la embargaba la misma sensación de miedo que no le permitía enfrentarlos y pedirles que aclararan sus dudas de tantos años... no sabía cómo manejarse; y si ellos no sabían por qué ella tenía alas? y si ellos eran los sorprendidos ante tal revelación?, solo suspiraba profundo y dejaba desplomar sus hombros y brazos.

Ya alcanzaba la sexta cuadra, dobló a la izquierda y divisó el pequeño puente, estaba tan sumida en sus pensamientos que estaba totalmente ajena a la hora y el lugar, ya todo había pasado, no había nada ni nadie para mortificarse, estaba ella y su maraña de pensamientos acerca de ella. Tranquila empezó a pasar el puente, seguía pensando hipnotizada, autómata. Oyó el crujir de una rama del árbol de mango, en fracciones de segundo sintió el mundo detenerse, no pensó más, todo estaba en rojo dentro de su mente; el calor subió súbitamente, sus manos se enfriaron, su corazón golpeaba a punto de salir de su pecho, sus ojos se dilataron, sus poros se abrieron, la nariz también se abrió dilatada olfateando, sintió sus músculos tensarse y con una destreza felina dió un salto aún mayor que las otras veces y extendió alas y su escama.

Giró hacia el árbol suspendida en el aire, era una fiera rapaz esperando el menor movimiento de la oscuridad espesa de entre sus ramas. No existía pensamientos, solo instinto, sus sentidos se habían desarrollado ciento de veces más. Sabía que estaba en el árbol y esperó el movimiento en falso, el crujir de la madera, el movimiento de una hoja, una señal que le dijera en que dirección atacar.

Nada se movía, todo era silencio, permaneció atenta por un buen rato y sintió como la agudeza del instinto empezaba a bajar su tensión, sin perder destreza en los movimientos ni la percepción de sus sentidos. Podía pensar, estaba calculando que hacer, si darse la vuelta y darle la espalda a su contrincante... o si volar justo por donde mismo había llegado y alejarse lo más posible... Qué hacer?, no sucedía nada, su instinto le mantenía alerta y su cabeza la hacía sentir como una estúpida frente al inmenso árbol. Y ahora qué hago?, el miedo la empezó a invadir, y cómo pensaba atacar? con qué? seguía con el mismo cuerpo de mujer, sin un arma, ni siquiera tenía garras, ni colmillos, nada con qué defenderse o buscaba un buen tubo, un palo, un arma o algo pronto, o quien lo lamentaría sería ella. Estaba paralizada. Empezó a mirar a su alrededor para hacerse de lo primero que encontrara.

ORLET LUNA

Noviembre, 2008

viernes, 21 de noviembre de 2008

El que Vuela (Primera Parte)




Al que vuela, donde quiera que estés...

Ella vive en Caracas desde que empezó la secundaria hasta el sol de hoy. Teniendo un modesto salario, se amañó para trabajar y vivir en una de las zonas más codiciadas de la ciudad: grandes casas, frondosos árboles, un lugar tranquilo y seguro pese su contrastante mezcla de zona residencial, comercial, de negocios y gourmet. Así es la capital, un collage por donde se mira y se pasa, nada aburrida por demás.

Comparte una gran casa de dos pisos que parece un palacete medieval con una amiga: Vicky, y una hermosa akita roja; las tres viven allí desde hace cinco años, en un espacio como para una familia de seis u ocho personas: cuatro habitaciones grandes con sus salas de baño, dos habitaciones de servicio, cinco baños adicionales, tres salones, un estar, una cocina gigantesca, un jardín cuidado y un estacionamiento con capacidad para doce autos. Aunque ambas tienen sus automóviles rara vez lo utilizan, normalmente disfrutan de caminar y es poco común que salgan de casa. Realmente son algo extrañas, poco comunicativas y bastante reservadas.

Hace tres años que adoptó la costumbre de ir y venir de su trabajo a pié y aunque tiene que remontar de regreso, una pendiente continua como de cinco kilómetros; prefiere ir distraída con el paisaje, los autos y la gente que hacer la larga fila para el autobús. En su aspecto, es alguien bastante común, con un andar de quien está haciendo turismo más que de quien reside en la zona.

Trabaja desde hace diez años en un bufete de abogados, una oficina refinada, sobria, llena de madera, libros y antigüedades que contrasta bastante con su manera de vestir y apariencia en general. A unas seis largas cuadras subiendo y cruzando a la izquierda, y luego, caminando unas siete cuadras muy cortas, se llega a su casa. Al caminar por la calle, bien se pudiera decir que trabaja en una galería de fotografía, un estudio de diseño, un taller de arte, por su estilo peculiar más bien bohemio, pero jamás se pensaría que en un escritorio jurídico.

Vicky tiene unos veintialgo, y ella aparenta unos treinta y cinco, algo retraída; rara vez, se le ve en compañía que no sea de su amiga, la perra, o algún familiar que las visita de tiempo en tiempo. Una que otra reunión con poca gente en casa que suelen hacer cada dos meses con seis u ocho personas. Poco bullicio, poca actividad. Pareciera más bien la casa de dos personas avanzadas en edad y no la de dos mujeres jóvenes.

Ya ha entrado el invierno, oscurece más temprano y con ello empieza su prisa por llegar. Las callecitas solitarias que preceden a el pequeño puente con el árbol gigantesco de mango, justo al inicio de sus pequeñas barandas y luego tres cuadras más allá, está la casa; ninguna tiene alumbrado y tienen un aspecto más bien tenebroso a esas horas.

Ella sabe que no debe caminar por allí sin alumbrado, pero su agrado por el paseo le hace una y otra vez enfilar sus pasos a casa al salir de la oficina, sin pensar que a mitad de camino oscurecerá y empezará su sobresalto y su sexto sentido a trabajar. Hace tiempo que presiente que la observan, sabe que existe alguien al acecho, alguien que la sigue desde arriba, y solo puede ser alguien como ella.

Tiene miedo, al principio pensó que podía ser un ladrón o alguien que deseaba abordarla con alguna mala intención, llegó a pensar en algún vecino sin oficio, que la miraba desde lejos con algún morbo extraño. Pero con el tiempo, comprendió que era alguien como ella, alguien especial, alguien diferente.

Nunca lo comentó con su amiga, jamás le habló de su sensación de persecución, sabía que ella se asustaría y temería por su seguridad. Sus paseos eran algo tan especial, que no deseaba que nadie le recomendara el dejar de transitar libremente su acostumbrado trayecto. Pero sabía que pronto tendría que enfrentarse a ese ser. Cómo sería ese encuentro?, cuál sería la reacción de ambos?, sería mortal?, saldría ilesa? qué deseaba de ella? qué buscaba?.

Una de esas tardes cuando ya llevaba medio camino andado, oscureció más rápido que lo acostumbrado y empezó a llover; eran pocas las gotas pero gruesas, lo que hizo que apurara el paso más por su miedo a que se desatara el aguacero antes de su llegada, que por sus temores acostumbrados. Cuando por fin llegó a la sexta cuadra, que divisó el puente y el árbol, observó el vehículo de su hermano parqueado justo en el puente, con las luces intermitentes y él acompañado por su novia; se asomaban por sobre las barandas del puente.

Sintió el golpe de la sangre en su sién, su corazón se aceleró, y sus pasos se apresuraron tanto en dirección al auto que casi corría. Llegó sin aliento y tratando de mantener la calma, la cordura y la compostura de hermana mayor. Se habían accidentado justo antes de llegar a su casa; su móvil se le había agotado la batería. Sólo restaba llegar a la casa y traer uno de los autos para socorrerlos o en su defecto llamar al servicio de grúas, le dijo el joven. Se sentía tensa, no quería que estuvieran allí y mucho menos dejarlos solos, él era su hermano menor, a quien siempre protegió a pesar de todo.

Su hermano y la novia estaban relajados, despreocupados, tranquilos; dilucidando qué era lo más práctico para todos, y quien iba a por el socorro. Ella por el contrario, no se podía relajar, conversaba, intervenía pero se preguntaba si era la paranoia de siempre o era solo sobreprotección para con su hermano pequeño de casi veinticinco años. La lluvia empezaba a sentirse más.

No era paranoia, sintió el calor subir desde sus pies, luego el frío en sus manos y el corazón que le iba a estallar: Lo siente, está allí en el árbol de mango, está en una de sus ramas, los mira, siente su respiración, puede oler su aliento, su sudor, sabe que está desprovisto de abrigo que acecha desnudo y que está monitoreando cada movimiento, cada palabra con curiosidad y la observa a ella, lo imagina agachado, casi juraría que ésa es su postura, como un felino tras su presa, siente su determinación: se agotó el tiempo y justo esa noche, justo con su hermano allí, se había figurado tantos escenarios de sus propias debilidades ante ese encuentro... pero su hermano? su niño pequeño en medio?. Claro... por qué no lo pensó antes?, olió su temor por el joven, olió su debilidad por él... La conoce.

No lo pensó más, sabía que tenía que actuar rápidamente. Sabía que si ella se ofrecía a ir a la casa sola por ayuda iría tras ella. Solo era pasar la curva y luego unos cien metros y llegaría. No le daría tiempo de actuar, buscaría a su amiga y a la perra y llamaría al servicio de grúa de inmediato y si era necesario a la policía y volvería en el auto para que fuesen más personas a hacerles compañía. No creía que se atrevería a hacer algo con tantos alrededor, no había que temerle ellos eran más. Ya ajustaría cuentas con lo que fuese, sin tener sus afectos y mayores vulnerabilidades en medio.

Así lo hizo y ellos se quedaron tranquilos en el puente junto al auto. Empezó caminando relajada para que ellos no percibieran su alteración, pero se había activado su instinto de supervivencia, su animal dormido, su instinto de preservación de hembra ante una cría desprovista y vulnerable. Su crío. Su niño. Las sensaciones se agolpaban y a medida que las sentía se desprendía de su postura civilizada, de su sentido humano como hoy lo concebimos y de cualquier indicio de racionalidad. Apresuró el pasó, ya no había pensamiento, sólo un instinto animal desbordado. Luego corrió y sin darse cuenta dió un salto de unos cinco metros de altura y de sus omoplatos salieron dos inmensas alas con una extensión de unos dos metros y medio de largo que se extendieron en segundos. La lluvia arreciaba.

Estaba volando!. Se movía con la rapidez, la agilidad y la certeza de un ave de rapiña y la ligereza y destreza del ave más menuda. En segundos estaba en casa entró por una de las ventanas que daba al estar donde estaba su amiga sentada. Y así como aparecieron sus gigantescas alas, volvieron a recogerse dentro de su piel de manera automática, sin dejar marca alguna.

Cuando Vicky la vió entrar palideció, casi se desmaya, luego su cara se torno enrojecida y le gritó:

- Por qué lo hiciste?, prometiste no hacerlo!, sabes que te pones en riesgo!

Ella solo buscaba las llaves del auto y le decía:

- Busca a Hanna tienen que venir conmigo trae tu móvil, de prisa!. Luego te explico.

Llegaron en el auto en minutos. Y la pareja estaba encerrada dentro del automóvil plácidamente escuchando música de la radio. Lo que fuese que acechaba, ya no estaba. Llamaron al servicio de grúas, quienes respondieron al llamado en poco tiempo. Llegaron a la casa, estaban empapados, les facilitaron toallas y ropa limpia para bañarse y cambiarse. Ellos no se imaginaban lo sucedido. Ni Vicky ni ella cruzaron palabras entre sí, hablaban con la pareja, cenaron en silencio y luego les acondicionaron una habitación donde descansar.

Cuando por fin estuvo asolas en su habitación y recordaba lo sucedido, no podía creérselo. Hace cuánto tiempo no volaba?, tendría cinco años a lo sumo?. Hace cuánto que escondía este secreto?. Hace cuánto que no se sentía en armonía con quién era?. Y pensar que todo fue por su hermano, y pensar que fue su instinto de defensa el que la llevó al estado tal de desesperación, que no pudo controlar lo que durante tantos años ha tenido reprimido. Ya pensaba que eran solo fantasías de su niñez, ya se había creído que todo fue un sueño. Apartando el susto que se llevó y la situación de peligro que esa noche sintió, la embargaba una felicidad tal, de por fin confirmar que si era alada, que si era diferente. Y lo que más le excitaba: Se sentía tan bien volar!...

Esa mañana siguiente se levanto rejuvenecida, alegre, con una vitalidad extraña. Vicky no le habló durante el desayuno. Y la pareja apenas lo notaron, estaban discutiendo sobre quién había olvidado hacerle el mantenimiento al auto y apurándose mutuamente, porque el servicio de grúas les vendría a buscar temprano para llevarlos al taller. Ella terminó su desayuno, ayudó a recoger la mesa y lavar la losa y se despidió de todos contenta y se enfiló hacia su trabajo como todos los días. Era otra persona, definitivamente estaba feliz.

Estaba tan feliz, que se permitió ese día algo de irresponsabilidad; le comentó a su Jefe que necesitaba salir más temprano para hacer algunas diligencias, cosa que era falsa. Estaba tan excitada y tan deseosa de estar con la naturaleza que no podía pasar más tiempo encerrada en la oficina, necesitaba aire, necesitaba árboles, y lo más importante: necesitaba pensar en lo sucedido.

Como siempre tomó su rumbo a pie y mientras veía todo a su alrededor, con su acostumbrado gesto de sorpresa, como si jamás hubiese pasado antes por allí, reflexionaba de lo que había sentido y de todos estos años de reprimir algo que estaba en ella, que nació con ella, y que definitivamente influía en todo su ser. Ya entendía porque era adicta a sus caminatas, era lo más parecido que podía experimentar a volar, aunque la noche anterior confirmó que eran dos experiencias que ni remotamente se parecían.

Llegó a la casa como a las dos de la tarde. Vicky estaba en el patio trasero lavando su auto y jugando con Hanna. Ella entró por la puerta del frente y subió por las escaleras a su habitación y se dirigió a la ventana. La abrió y desde allí observaba a su amiga jugar con la perra y lavar el auto. Miró el cielo, estaba limpio después de tanta lluvia, era un azul brillante y sin nubes. En otro momento de genuino instinto, de un solo salto se encontró en cunclillas en el borde de la ventana, mirando a su amiga, miraba el cielo, miraba los árboles, ya no pensaba, otra vez la fuerza que la inundó ayer estaba presente...

Saltó y dió una voltereta en el aire y de los costados de su espalda volvieron a extenderse las alas, pero además emergió en la espalda, a la altura de su cintura, una especie de uña gigante o escama gigante; que cubría desde sus cintura hasta casi el total de sus nalgas, separada como cinco centímetros de su cuerpo al final, y que con el movimiento de sus caderas hacia atrás, presionándose contra ella, permitía que quedara suspendida en el aire. Entonces, a la luz del sol, pudo admirar sus alas, eran de plumas grises y blancas. Eso la tranquilizó, si tenía plumas grises no era un ángel, cosa que no era de su interés. Pero entonces, qué era?. Su excitación era tal que no pudo fijar por mucho tiempo su mente sobre ésa reflexión.

Empezó a hacer piruetas en el aire como jamás soñó que podía hacerlas, ni ella ni ser alado alguno. Se dejaba caer en picada, luego hacía un tirabuzón, luego un triple salto mortal, daba vueltas y se divertía como una ave en plena adolescencia!. Fue cuando empezó a escuchar unos gritos lejanos, histéricos desde abajo y miró. Era su alterada amiga, que desesperada llorando le pedía que no lo hiciera. Cuando llegó al piso, de inmediato sus alas y la especie de escama se escondieron en su carne sin dejar rastro alguno. Ella miraba a su descompuesta amiga con una expresión de estar en un estado de éxtasis. Y Vicky, lo que hacía era gritarle que no lo hiciera, que si la descubrían se la llevarían y quién sabe qué harían con ella, que la tratarían como a una cosa rara o un animal de laboratorio, que no deseaba ese destino para ella, prácticamente además de regañarla como a una niña, le suplicó que no se expusiera. Tardó unas horas en calmar a su amiga y sólo lo logró, bajo el compromiso de no volver a hacerlo. Pero ella no sentía necesidad de hacerlo nuevamente, había experimentado lo que necesitaba y visto lo que tenía que ver, no era para ella necesario abandonar su cotidianidad, total!, hace años que vivía así y se sentía bien...

ORLET LUNA

Noviembre, 2008

jueves, 20 de noviembre de 2008

Ángel Malvado



Te conocí de juerga, entre música y canto
me bailas, te bailo y sudamos danzando
noche de clave y timbal sonando
moviendo los cuerpos, sin ningún descanso

Luego mirarte en tu cárcel de santo
llena de juicio, y beatas cuidando
viviendo la vida del monje callado
manso, sometido a la pena y al claustro

Bomba de tiempo es tu lugar sagrado
tic tac, tic tac, está la sangre buscando
la pasión perdida, el amor mundano
te abraza y te envuelve y te va arrastrando

Buscas salidas, buscas mi mano?
o buscas mi cama y el calor que exhalo?
o buscas la vida que te está clamando
que estás muriendo en tu prisión de santo?

Violentamente respiras cuando te hablo
tu corazón se acelera y me vas asustando
es represa incontenible tu animal llorando
por el tacto de otra piel, otros labios, otras manos

Me pides que te libere e irrespete tus hábitos
que rompa yo tus cadenas que has ido guardando
para la piel limpia y virginal que te ha dado tanto
y que ya no sacia a tu carne, ni a tu animal domado

Me pides mucho, ante tu mundo sagrado
no puedo salvarte sin condenarme a tu lado
no puedo ser para ti, tu ángel malvado
que te rescate sin morir en la hoguera quemado.

ORLET LUNA

Agosto, 2008

Nostalgia


Toc..toc...


Permiso... Puedo pasar? Hay alguien en casa? Cuánta nostalgia hay aquí! o será que la traje conmigo?. Si es así... discúlpame, no fue mi intensión.

Es que aún mi sillón favorito está cerca de la ventana y el libro de rigor de los domingos continúa en la mesa de al lado.

Sigue colándose el olor a café que viene de la casa contigua y aún reconozco las goteras de siempre; que sobre el zinc recreaban mis travesuras de la infancia mientras la abuela está en la batea como siempre.

Las maderas de las ventanas siguen oliendo a humedad igual que tu closet... A ver?... si, claro que sí!, es el mismo aroma... y esa cobija de cuadros aún la conservas?.

Sigo viendo tu mano tan nórdica como siempre a pesar de que me porfíes que no es así... Y me deleito viendo cómo rozan tus dedos tus labios, mientras mordisqueándotelos corres detrás de algún insecto que alcanzas a ver en el jardín... dejando caer el libro de poemas con descuido sumido en tus largas horas de ensimismamiento...

Qué? qué suena? El morrocoy!!!!, mira donde viene!... aún está en casa!... lo había olvidado...

Café?, por supuesto!... y dile a Bárbara que se vaya a robarle al abuelo los frijoles temprano... y que se traiga el ají y el picante... mucho queso blanco... Que yo ya traje el dominó.

Mira que las tardes de lluvia hace frío, tráete el sweater que subiremos a la terraza para poder fumar tranquilos… Apúrate! Vamos!

Hola qué tal?:

Hoy barrí la casa, todo esta igual…

Los amo…


ORLET LUNA

jueves, 14 junio 2007 a las 11:42

Tus días de Invierno






Otra vez dejas las luces del corredor encendidas. Me dispongo a cruzar el jardín para apagarlas, recorro la caminería de piedra mientras me busco envolver en tu abrigo. Como amo que sus mangas cubran mis manos! es revivir tus brazos sobre los míos y mis manos tratando de llegar a las tuyas que no alcanzo, es escucharte decir: ves? eres chiquita y seguidamente reírte ...

Como siempre las ventanas abiertas, la vela titilando tenuemente, alumbrando el plato que la sostiene moribunda y tú, igual: derrumbado sobre la mesa entre papeles, libros, cuadernos... con la manta que trajimos de Palmira y la taza de té de canela ya fría justo al lado de tu mano ya despojado de todo un día de café, cigarros, llamadas, salidas, entradas.

Percibirte desde el corredor y saber a ciencia cierta cómo te sientes es ya tan mío como mi propio sentir; ver desde la ventana de frente al patio como lidias con tu humor y cómo éste va fluctuando al paso de las horas victima del teléfono, presa de cada noticia y escucharte los murmullos de tus conversaciones monólogas es parte de mis hábitos... el abandonarme en la lectura, en mi pc, en las visitas a mis amigos, en las tardes con la familia, en mis proyectos, en mi trabajo, en mí; para verte cual niño pequeño tirando de mi falda reclamando atención... es otro de mis confesados y reincidido abandono... dejarme llevar por tu reclamo de atención sutil... imperceptible al tercero pero definitivo para mí es una de las delicias que me brindas...

El día es corto para disfrutar de ti, de mí, de la casa, y nuestros propios ecos que van por doquier resonando con tibieza rompiendo el frío de todos esos meses de tu ausencia y dando la bienvenida a tus acostumbradas temporadas de invierno en casa. Cómo espero estos días!... cómo te sueño!, cómo te hablo!, cómo te busco desde el mismo día en que te vas hasta tu regreso!.

Hoy dejas las luces encendidas como tantas otras noches y mi ritual comienza cuando desprovisto, desnudo, vulnerable e inocente puedo contemplarte, detallar las líneas reposadas de tu rostro, tu respiración pausada, tu boca plácida, descansada, cálida y tu cabeza desatada, liberada, ligera apoyada en tu brazo que puedo acariciar como se acaricia a un niño; miro tus manos abiertas plenas, dadivas, francas, blancas, suaves y me pierdo siguiendo la línea de tus venas que se adentran en tu carne.

Es en este momento, que eres mi hombre-niño y donde verte embarga mi cuerpo con sensaciones encontradas: MUJER, MADRE, HERMANA, AMIGA, AMANTE, DESCONOCIDA, HOMBRE, LOCURA, PROTECCION, TERNURA, PASIÓN... tu descanso, tu liberación libera en mí tantos sentimientos! que estremece cada rincón de mi cuerpo y mente y solo puedo mirarte y tratar de volver en mí.

Apago las luces y dejo solo la tímida y moribunda vela... tu tez se torna dorada y juego con tu cuello, te respiro, te hablo suave, te acaricio y tu sonríes cual niño sumido en tus sueños... - vamos... párate... ya es muy tarde a dormir!... - tú solo levantas tu brazo rodeas mi cadera y te abrazas de mí... te guindas, mi ternura comienza a diluirse en mi cintura y se abrasa en mi pelvis... es cuando mis musas danzan... te abrazo y repito: - Párate que es tarde...

Cual pequeño te dejas llevar para tumbarte a mi lado más despierto que al amanecer, más vivo que a medio día, más sensible que a la caída del día... y es entonces, cuando me sorprendo escribiéndote, describiéndote, recordándote, soñándote... y esperando esos días de invierno.

ORLET LUNA

miércoles, 27 junio 2007 a las 21:04

Azul




Te veo y te veo
te miro y te vuelvo a mirar...
mirada azul...
mirada sonreída...
mirada limpia...
mirada sorprendida...

Recorro con mis ojos tu rostro nuevamente
Redescubriendo, rememorando, recorriendo
esa belleza en su conjunto
esa expresión de atención plácida
y ese gesto generoso...

Te veo y te veo
te miro y te vuelvo a mirar...
labios rosados...
labios suaves...
labios vívidos...
labios cálidos...

Sigo ensimismada y contemplándote
me cuelgo de tu mirada y no me desprendo
me quedo atrapada entre tus arrugas,
en tus líneas en tus sombras, en tus poros, en tu textura
y ese destello de ilusión…

Te veo y te veo
Y no me canso y no me canso de mirar

ORLET LUNA

jueves, 5 julio 2007 a las 23:01

Figura




Y por cuál balcón te asomas?
Y a qué hora estas allí?
No será que cuando sales
Es porque no me ves venir?

No te extrañes de no verme
No busques explicación
Es que estoy justo al frente
Observando tu reacción...

No te apresures a pensarme
Mucho menos a juzgarme
No estoy aquí solo por verte
Estoy aquí para probarme

Si en algo inquieta mi presencia
Quizás no sea por mirarte
Detente un rato y ahora piensa
Por qué me extrañas al acostarte?

No esperes de mí lo que tu sueñas
No esperes de mí toda tu ilusión
Solo estoy merodeando, sigo tus huellas,
para aprender de ti cómo soy yo

Egoísta soy corazón mío
Que al verte así siento emoción
Y aunque de ti yo nada ansío
Sigo mirándote en tu balcón...

Silueta nocturna que por mí se asoma
Eres presa sólo de mi visión
Tu quieres ser más que esa sombra
Quieres tenerme en tu habitación...

Insisto hermosa y dulce figura,
No busques más en la oscura calle
Ya estoy siguiendo a mi fortuna
Soy un andante de estos parajes

No me esperes otra noche
Pues hoy yo parto a otro lugar
Duerme tranquilo ya no derroches
Lo que ayer a tu balcón me hizo mirar...

ORLET LUNA
martes, 21 agosto 2007 a las 00:52

lunes, 17 de noviembre de 2008

Nieves



Mujer de roble,
mujer poeta,
mujer indígena,
mujer de letras,

Mujer madre,
mujer abuela,
mujer maestra,
mujer pionera,

Mujer cantora,
mujer artísta,
mujer amiga,
mujer de fe,

Mujer de miel,
mujer sin fecha,
mujer moderna,
mujer de ayer,

Mujer hermosa,
mujer humilde,
mujer dadora,
mujer mujer!

ORLET LUNA

Octubre, 2008

Prisión



Te veo,
Te fortaleces!

Me ves,
Te fortaleces!

Te miro,
Me fortalezco!

Me miras,
Lloras!

ORLET LUNA

Mayo, 2008


Oscuridad,
frío,
letargo,
amargura,
dolor,
crueldad,
miedo... miedo... miedo...
castigo,
rechazo,
dolor,
aislamiento,
mentira,
miedo... miedo... miedo...
inmovilidad,
duda,
dolor,
suspiro,
terror,
miedo... miedo... miedo...
sin Fe.

ORLET LUNA

Mayo, 2008

sábado, 15 de noviembre de 2008

Ensayando a ser Dios



De la tierra manas y de la tierra eres
será por ello que no me resisto a ti?
sentirte al tacto es sentir la vida,
tenerte entre los dedos es magia,
poder tocarte es celestial!,
crear desde ti es mi ensayo de ser Dios...

Me permites expresar, no limitas mi sentir,
te dejas llevar como el mejor bailarín,
sin embargo, como el hombre y como toda creación,
terminas siendo y haciendo lo que al final crees vos,
y es que vida tienes propia y te creí mi producción!...

Tu me engañas, y me bailas, y me creo el danzón,
juro que soy yo quien te lleva y eres tú quien pone el son!,
a la final soy quien me rindo ante tu propia evolución,
es mi fantasía el creerme que soy yo Dios hacedor!...

Tienes tu la vida propia, tienes más que mi sazón
tienes aliento, tienes temple, eres mía y soy de vos,
por eso entiendo tanto a Dios que al hombre dejó,
andar libre, caminando, y ser él su forjador...

Tú me enseñas que las cosas no son tanta planeación,
estás viva siendo arcilla! y en mis manos cobro yo,
ante ti la misma vida!... no soy yo el diseñador!
soy tu obra y no sabía!... eres tú mi moldeador!...

Dame vida entre la tierra eres tú mi creador!

ORLET LUNA

Noviembre, 2008

viernes, 14 de noviembre de 2008

Naturaleza




Naturaleza, misterio, sabiduría, libertad,
son tus ojos el reflejo del sentido de la vida,
en ti encuentro mi razón, mi destino, mi lugar,
y es que aquí, solo veo la sequía y nada más...

Tu me gritas que la vida no es un carro, ni es un bar,
no son cinco trastos viejos que le llaman "el hogar",
no es el club, no es el trabajo, no es la cola, no es marchar,
tu me invitas a sentarme, a sentir y a meditar,
que nuestra vida va corriendo, y no sabemos ya parar,
y cuando vemos, ya se ha ido por un carro o el hogar...
que somos mulas de arreo caminando sin cesar,
y cuando paramos caemos, porque ya no damos más...
y pataleamos y luchamos queriendo reparar,
lo ya hecho con los años que se nos dan,
y de seguido, pensamos: pude haber hecho algo más!
con mi vida, con mi gente, con mi Dios y mi lugar!,
pero es tarde y la vida no dará oportunidad,
será en otra nueva era que aprenderemos a apreciar?
o será en está que logremos este mundo al fin cambiar?
tu lo sabes, no te niegues, díme pronto, cómo andar?
por esta vida que tenemos y no sabemos valorar...

ORLET LUNA

Enero, 2008

Nuestro Invierno




Hace frío, ven y abrázame!
busca la cobija a cuadros y envolvámonos
pon tu pierna sobre mí,
me hace falta tu calor con tanto invierno...

Hace frío, ven y abrázame!
que siento mis huesos agrietarse...
la cobija ya no arropa y tu pierna no la siento...
será que muero?

Hace frío, ven y abrázame!
que desde hace rato que me hielo
donde estás? ya no te siento
o es que acaso no soy quien muero?

Hace frío, no lo sientes?
mira, que nos quedamos tiesos...
Hace frío! y no lo sientes!...
hace rato que estás muerto!....

ORLET LUNA

domingo, 8 julio 2007 a las 23:01